Otro recuerdo de la niñez

 

"El Campo de las Monjas"

La prolongación de la calle General Mola (hoy Príncipe de Vergara). Su

trazado rompió la continuidad del barrio, dividiendo su parte occidental y transformando su estructura urbana original. El "Campo de las Monjas" y el "Campo de la Montaña", servían como lugares de esparcimiento y convivencia comunitaria para los niños y los jóvenes.

La prolongación de la calle General Mola (hoy Príncipe de Vergara), fue una obra clave en el desarrollo urbano del siglo XX, tanto por su alcance como por su impacto social. El proyecto, iniciado en 1946 y completado en 1972, buscaba no solo aliviar la saturación del eje del Paseo de la Castellana, también conectar mejor la ciudad con el norte, especialmente con la recién inaugurada estación de Chamartín.

En el barrio de La Prosperidad. El proyecto tuvo consecuencias profundas. El trazado de la calle rompió la continuidad del barrio, dividiendo su parte occidental y transformando su estructura urbana original. Este sector, conocido por su carácter tradicional y viviendas humildes, vio desaparecer elementos emblemáticos como el "Campo de las Monjas" y el "Campo de la Montaña". Estos espacios, que servían como lugares de esparcimiento y convivencia comunitaria, fueron sustituidos por modernas edificaciones residenciales y comerciales.

El Campo de las Monjas, particularmente significativo para la memoria colectiva del barrio, era un espacio abierto donde niños y jóvenes jugábamos al fútbol y otros juegos tradicionales. Este lugar, donde Vivían Julián y “Patachicle”, formaba parte del entramado cotidiano y social de La Prosperidad, pero con las obras perdió su función y su esencia, siendo absorbido por el modelo urbano del Ensanche de Madrid. Además, la transformación del barrio trajo consigo un aumento en el valor inmobiliario y nuevas inversiones. Las viviendas originales, en su mayoría muy modestas, fueron demolidas para dar paso a edificios modernos que redefinieron la estética de la zona. Sin embargo, este proceso también significó la desaparición del tejido urbano original, junto con su historia arquitectónica y los vínculos comunitarios que daban identidad al barrio.

Para los vecinos, especialmente quienes crecimos en este entorno, los recuerdos de aquellos espacios abiertos nos evocan un tiempo más sencillo y colectivo. Aunque la prolongación de la calle Príncipe de Vergara representó un avance en términos de infraestructuras y conectividad, también dejó una huella en la memoria y el paisaje emocional de los residentes, como menciono. Este proyecto, como muchos otros de gran escala, evidencia las tensiones entre la modernización urbana y la conservación del patrimonio social y cultural de los barrios tradicionales.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

RECUERDOS DE MI NIÑEZ

LOS QUE NACIMOS EN LOS CUARENTA DEL PASADO SIGLO.

El despertar a la vida